Por:
Redacción
19 de Oct, 2025
9:49 am
Los Clásicos en Inglaterra casi siempre dejan la nota alta. Así lo sintió el simpatizante neutral después de lo que se vivió en Anfield. El Liverpool, muy irregular en este tramo de la temporada y sin mostrar la versión que lo sacó campeón de Liga, tenía la obligación de extender su racha sin perder en casa ante el Manchester United en Anfield, que no arañaba un triunfo desde hace más de nueve años.
Los Red Devils dirigidos por Ruben Amorim, luego de un inquietante inicio de campaña, fue levantando cabeza y a paso lento recortó camino en la mitad de tabla. Esperanzado con el ‘bajón’ del equipo de Arne Slot, podía ser quizás una oportunidad de ponerle fin a esa larga sequía fuera de casa. Eso lo supo bien Bryan Mbeumo, el delantero camerunés que fichó en verano por el club, quien silenció el mítico recinto apenas al minuto de juego.
El exdelantero del Brentford tomó muy frío al Liverpool en las primeras de cambio. Rápidamente, con el juego directo que ha caracterizado al United, Bruno Fernandes tomó la batuta en esa primera posesión y extendió para Amad Diallo. El extremo desbordó por la derecha y tocó con el empeine hacia Mbeumo, en el área. Halló desprotegido al arquero Mamardashvili, por lo que no perdonó con un latigazo traducido en la diana de la ilusión.
El primer tiempo fue más que entretenido, con ocasiones para ambas escuadras y la intención de robar protagonismo. El Liverpool demostró tener la pólvora mojada; de hecho no tuvo la efectividad con la que ganó varios juegos en el inicio de temporada. La visita, tomando preocupaciones y con solidez atrás, atacó la espalda de los laterales y hasta pudo alargar la diferencia.
Los postes dijeron que no. Cody Gakpo, el más incisivo en un ataque frío de los Reds, tuvo dos postazos en el desarrollo del juego, así como Bruno Fernandes tuvo el segundo y el mismo palo le negó la posibilidad. Hubo un momento donde el compromiso pasó a ser de “toma y dame”, pero de cara al complemento, Liverpool se adueñó del balón.
Mohamed Salah, el referente en ataque, había fallado una opción de manera inverosimil. Tras recibir un cambio de frente, el egipcio tuvo el arco a merced, pero disparó por fuera y nadie lo podía creer. Arne Slot, molesto con el equipo, probó moviendo algunas fichas para encontrar esa efectividad.
Tampoco se rindió el Liverpool, con muy poquita precisión, pero obtuvo el empate con un Cody Gakpo que por fin lograba su premio. A los 77 minutos, tras un desmarque de Florian Wirtz y el pase previo de Federico Chiesa, el neerlandés capturó en soledad. Sin arquero, empujó la pelota para encarrilar a su equipo. La celebración duraría muy poco, pues el cuadro de Manchester daría el golpe final.
No llegó un vendaval a fin de cuentas. A los 83 minutos, el héroe de la noche sería Harry Maguire. El central se levantó con el alma y sacó un testarazo para volver a imponerse. Después de un tiro de esquina y el disparo bloqueado de Mbeumo, Bruno Fernandes agarró un balón colgado al segundo palo. Allí, Maguire propinó un frentazo impecable para dejar en contrapierna al arquero.
Sudó la gota gorda el Manchester United para resistir la diferencia. Con más amor propio que fútbol, viendo que se le escapaba el partido, inclinó la cancha a favor frente a un muy sereno rival. Demostró la categoría que tanto le faltaba en este tipo de compromisos.
Se acabó la maldición en Anfield. El United ascendió a los 13 puntos y estrechó caminos con las plazas europeas, ganando después de casi una década. La última victoria fue por 0-1 el 17 de enero de ese año con tanto de Wayne Rooney. Por su parte, Liverpool quedó a deber con 15 puntos y se alejó del liderato ocupado por Arsenal (19).
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